burning it down


Our collect today calls out to God for comfort: “Do not leave us comfortless, but send us your Holy Spirit to strengthen us…”    God help us.


When I first heard of the unthinkable horror that took place in Robb Elementary school in Uvalde, Texas, I was stunned and grieved as we all were. And I was immediately brought back in time to December 14, 2012, when 20 kindergarteners and 6 adults were so similarly shot to death at Sandyhook Elementary by another very young man- a 20 year old gunman in Newton, Connecticut. This horror occurred on a Friday during Advent. So two days later we all had to gather, just we do here today to wrestle with this tragedy together. 


After the awful shock of Sandyhook, I thought, at least this will be the end. No one can turn their back on twenty children going to their graves. No one can let them die in vain, with no change in our gun laws. I was wrong. 


When I was a child, living in rural Virginia, my father would often take my brothers and me to the local gun shop, “Ye Olde Hunter.” I really just went to be near my father, but he and my brothers seemed really excited about the guns, and always brought one or more home. We would go out to the woods and shoot at targets; pop bottles or cans. My brothers, who were about 8 and 10 years old at that time had a rack with 6 rifles in their bedroom. This seemed so normal. My father later told me that after John Fitzgerald Kennedy was shot, he got rid of all those guns. he just couldn’t stand to have them in the house anymore. I thought something like this would happen on a grand scale after Sandy Hook. But I was wrong. 


The first time I was aware of a tragedy that came close to the proportions of Sandy Hook or Robb Elementary, I was a child myself. It was September 15 1963, and four girls died in an explosion from a bomb that had been set in the 16th Street Baptist Church in Birmingham, Alabama. 


Martin Luther King’s eulogy speaks to us today as if it had been written about those lost children in Uvalde:

 

He wrote: “They have something to say to us. They have something to say to every minister of the gospel who has remained silent behind the safe security of stained-glass windows. 


They have something to say to every politician who has fed his constituents with the stale bread of hatred and the spoiled meat of racism. 


They say to each of us, black and white alike, that we must substitute courage for caution.  


They say to us that we must be concerned not merely about who murdered them, but about the system, the way of life, the philosophy which produced the murderers.” 


Those precious children of Robb elementary school do have something to say to us as. They say, “You must speak for us now, as we can never again speck for ourselves. You must not grow numb or hopeless or feel powerless, because these killings must stop.


And what of the shooter? He himself was a child of 18, just as the recent shooter in Buffalo was a child of 18. And so what is happening to these children? 


As one of our speakers said at the White Plains vigil last Thursday night, we have to start parenting our children. We have to start seeing what they are seeing in the vast and bottomless chaos of the Internet. We have to be present to them, and all of us- not just the parents, have to be kind- have to be part of the villages that raise them. I heard a startling African proverb this week, which seems to apply: 

 “If a child is not embraced by the village, they will burn it down just to feel the warmth.” 


And that is what is happening- They are now burning it down, and these children too are part of the tragedy. 3 And so what can we do in the face of such multifaceted horror? I am sure you have heard by now that thoughts and prayers are no longer an acceptable response. Frederick Douglass, who escaped from slavery at age 20, said “I prayed for 20 years and got no result until I started praying with my legs.”


Yes. A different kind of prayer is necessary now. We must pray with our raised voices and our letters to congress and our marching feet and our votes. 


And we must, in everything we do, infuse it with the same passion as our brothers and sisters do when fighting for gun rights. 


We are not powerless. We have tremendous power, working together and riding on the grace of God. So let us begin, without despair, without helplessness, with love and strength and power to listen to the voices of those lost children, and to hasten that glorious day when school children can go to school in safety to learn and play, and no teacher ever has to sacrifice her life for the life of a child. Amen.  



En ESPAÑOL: 

Consumiéndolo en Llamas

Nuestra colecta de hoy clama a Dios por consuelo: “No nos dejes sin consuelo, sino envíanos tu Espíritu Santo para que nos fortalezca y nos exalte a ese lugar donde nuestro Salvador Cristo ha ido antes…” 


Cuando escuché por primera vez de la tragedia impensable que tuvo lugar en la escuela primaria Robb en Uvalde, Texas, me quedé atónita y horrorizada como todos. Inmediatamente me recordó lo sucedido el catorse de diciembre de 2012, cuando 20 niños de kindergarten y 6 adultos fueron asesinados a tiros de manera similar en Sandyhook Elementary por otro joven, un tirador de 20 años. Este horror ocurrió un viernes durante el Adviento. Entonces, dos días después, todos tuvimos que re unirnos, tal como lo estamos haciendo hoy, para luchar juntos contra esta tragedia. 


Después de la terrible conmoción de Sandyhook, pensé, al menos, este será el final. Nadie puede dar la espalda a veinte niños que van a la tumba. Nadie puede dejarlos morir en vano, sin cambios en nuestras leyes de armas. Estaba. equivocada. 


Cuando era niña y vivía en la zona rural de Virginia, mi padre solía llevarnos a mis hermanos y a mí a la tienda local de armas, "Ye Olde Hunter". Realmente solo iba para estar cerca de mi padre, pero él y mis hermanos parecían muy en tu si as mad os con las armas y siempre traían una o más a casa. 


Salíamos al bosque y disparábamos a los objetivos: botellas o latas. Mis hermanos tenían un estante con 6 rifles en su dormitorio (tenían unos 8 y diez años en ese momento). Esto parecía tan normal. Más tarde, mi padre me dijo que después de que le dispararon a John Fitzgerald Kennedy, se deshizo de todas esas armas; ya no podía soportar tener las en la casa. Pensé que algo así sucedería a gran escala después de Sandy Hook. Pero estaba equivocada. 


La primera vez que me di cuenta de una tragedia que se acercó a las proporciones de Sandy Hook o la primaria Robb, yo era una niña. Era el 15 de septiembre de 1963, y cuatro niñas murieron por la explosión de una bomba colocada en la iglesia bautista de la calle 16 en Birmingham, Alabama. 


El elogio de Martin Luther King nos habla hoy como si hubiera sido escrito para esos niños perdidos en Uvalde: Él escribió: 

 “Tienen algo que decirle a cada ministro del evangelio que ha permanecido en silencio detrás de la seguridad de las vitrinas.

Tienen algo que decirle a cada político que ha alimentado a sus electores con el pan rancio del odio y la carne podrida del racismo. 


Nos dicen a cada uno de nosotros, tanto blancos como negros, que debemos sustituir la precaución por la valentia. 


Nos dicen que debemos preocuparnos no solo por quién los asesinó, sino por el sistema, la forma de vida, la filosofía que produjo a los asesinos”. 


Esos preciosos niños de la escuela primaria Robb tienen algo que decirnos. Dicen: “Debes hablar por nosotros ahora, ya que nunca más podremos hablar por nosotros mismos. No debes volverte insensible, quedarte sin esperanza o sentirte impotente, porque estos asesinatos deben detenerse. 


 ¿Y el tirador? Él también era un niño de 18 años, al igual que el tirador reciente en Buffalo tenía 18 años. Entonces, ¿qué les está pasando a estos niños? Creo que tenemos que empezar a ver lo que ellos están viendo en el inmenso e ilimitado torbellino del Internet. 


Tenemos que estar presentes para ellos y todos nosotros, no solo los padres, tenemos que ser amables, tenemos que ser parte de la comunidad que los cría. Escuché un proverbio africano sorprendente esta semana, que parece aplicarse: 7 “Si la comunidad no abraza un niño, el niño la quemará, solo para sentir su calor.” 


Y eso es lo que está pasando. Ahora la están quemando, y estos niños también son parte de la tragedia. 


Entonces, ¿qué podemos hacer ante un horror tan multifacético? Estoy segura de que ya habrán escuchado que los pensamientos y las oraciones ya no son una respuesta aceptable. Frederick Douglass, que era esclavo, dijo: “Oré durante 20 años y no obtuve ningún resultado hasta que comencé a orar con mis piernas”. 


Sí. Ahora es necesario un tipo diferente de oración. Debemos orar con nuestras voces elevadas y nuestras cartas al congreso y nuestros pies en marcha y nuestros votos. Y debemos, en todo lo que hacemos, infundir la misma pasión que nuestros hermanos y hermanas cuando luchan por el derecho a portar armas. 


No somos impotentes. Juntos tenemos un poder ilimitado, manejados por la gracia de Dios. Así que comencemos, sin desesperación, sin desamparo, con amor y fuerza y poder para escuchar las voces de esos niños perdidos, y acelerar la gloria de un Reino de Paz en la Tierra. Amen

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